De entrada, especializarse en un campo concreto puede suponer una ventaja competitiva para cualquier trabajador. La demanda, la innovación o las tecnologías convierten el mercado en un sistema muy complejo. Las empresas necesitan adaptarse constantemente y surgen nuevas necesidades. Sin embargo, la globalización de las economías mundiales, la constante incertidumbre y esa vertiginosa tendencia al cambio, también exige perfiles multidisciplinares, flexibles y adaptables a cualquier circunstancia. Analicemos, por lo tanto, esta dicotomía.
La ventaja de especializarse y convertirse en un experto
La realidad de las empresas es clara y contundente: faltan profesionales. De hecho, en algunos sectores esta situación es ya muy crítica. Las empresas deben acudir a profesionales venidos del exterior o a costosos y complejos planes de formación que no resuelven los problemas a corto plazo.
Por ello, en sus procesos de selección buscan constantemente profesionales especializados. Perfiles muy técnicos, difíciles de encontrar. Expertos en materias concretas, con conocimientos avanzados en procesos y procedimientos novedosos.
Está claro que hoy en día la especialización profesional puede suponer una enorme ventaja. Realizar formación específica, adquirir experiencia y encaminar la carrera profesional hacia un aspecto concreto del mercado, sin duda puede abrir muchas puertas. Es un buen momento para especializarse. Para convertirse en un experto, en una referencia o un líder a medio plazo. En un trabajador que aporte, en definitiva, gran valor añadido.
Por último, no debemos olvidar las posibilidades que ofrece la tecnología y su inabarcable universo. Es, sin duda, el campo con mayores opciones de especialización en el corto y medio plazo. Las empresas ya compiten en mercados cada vez más complejos, más globales e innovadores, y la diferenciación la aportarán profesionales expertos y especializados: trabajadores capaces de innovar porque cuentan con el conocimiento y el know how adecuado para hacerlo.
El problema del especialista en un mundo de secundarios
Especializarse en un determinado campo, convertirse en experto y acumular conocimientos y experiencia en una materia concreta, sin duda genera muchas oportunidades, pero también algún inconveniente. Debemos tener esto en cuenta, pues las características del mercado también demandan mucha flexibilidad y capacidad de adaptación. También requiere profesionales todoterreno, con capacidades y habilidades que muchas veces chocan con el perfil del trabajador experto o especialista.
Algunos de los riesgos que asumimos al convertirnos en un trabajador muy especializado pueden ser los siguientes:
- Poca capacidad de adaptabilidad: como decíamos, las empresas necesitan contar con una plantilla capaz de trabajar en diferentes contextos. Capaz de participar en proyectos diversos o en diferentes fases del mismo. Trabajadores que quizás no sean especialistas en nada en concreto, pero que sí puedan aportar mucho valor ante necesidades y objetivos distintos. Deberemos decidir qué tipo de profesional queremos ser.
- Desactualización de nuestra expertise: dado que el entorno es tan cambiante y evoluciona de forma tan vertiginosa, podemos correr el riesgo de dejar de ser estratégicos. Que nuestro conocimiento y aquellos procedimientos en los que somos expertos dejen de ser relevantes y los sustituyan otros más innovadores o tecnológicamente más avanzados.
- Dificultades para el trabajo en equipo: el experto puede dar señales deficitarias cuando de cooperar se trata. La necesidad de imponer sus experimentados criterios, la negativa a aceptar determinadas soluciones o las diferencias de criterio con otros especialistas o con otros compañeros pueden entorpecer la dinámica del grupo y crear obstáculos en torno a su figura.
Especializarse o no. Es, sin duda, una cuestión capital. Atender a las demandas del entorno al que nos dirigimos y en el que queramos participar será, sin duda, la clave para desentrañar ese dilema.
Fuente: Javier F. Parra